En un contexto de transformación digital acelerada, los centros de datos (datacenters) se han consolidado como infraestructuras críticas para el funcionamiento de la economía global.

Su papel es vital en el procesamiento, almacenamiento y distribución de datos, siendo por ello clave en el soporte estructural detrás de servicios digitales tan diversos como el comercio electrónico, el streaming, las redes sociales, las plataformas en la nube, la inteligencia artificial y el Internet de las Cosas (IoT).

El crecimiento exponencial del volumen de datos generados diariamente, así como la necesidad de acceso en tiempo real, han impulsado una expansión sostenida del sector. Actualmente, se espera que el mercado global de datacenters supere los €450 mil millones para 2030, gracias a tasas de crecimiento anual compuestas (CAGR) superiores al 10% en muchas regiones según fuentes como Grand View Research y Statista. Esta evolución responde tanto al auge del consumo digital como a la necesidad de procesamiento de cargas de trabajo cada vez más intensivas en recursos.

A su vez, los datacenters representan una oportunidad clave para la innovación tecnológica, el desarrollo de nuevas aplicaciones y la eficiencia operativa en múltiples industrias. Sectores como la banca, la salud, la manufactura, la logística y la administración pública dependen cada vez más de estas infraestructuras para asegurar la continuidad de sus operaciones y ofrecer servicios inteligentes basados en datos.

No obstante, este crecimiento también conlleva desafíos significativos. Uno de los más relevantes es el consumo energético asociado a estas instalaciones, que requieren un suministro eléctrico constante, estable y cada vez más sostenible.

En este contexto, el almacenamiento de energía se perfila como un componente estratégico para garantizar no solo la resiliencia operativa de los datacenters ante cortes o fluctuaciones del suministro, sino también para facilitar su transición hacia modelos energéticos más sostenibles, integrando fuentes renovables y mejorando la eficiencia energética global del sistema.

 

Distintas alternativas para dar respuesta a un gran reto futuro

Actualmente, las baterías de ion-litio son la tecnología más extendida en aplicaciones para datacenters, gracias a su alta eficiencia, fiabilidad y capacidad de respuesta ante interrupciones del suministro. No obstante, el sector ya está explorando y desarrollando otras alternativas tecnológicas con ventajas específicas según las necesidades operativas.

Entre ellas, destacan las baterías de flujo redox, que ofrecen mayor escalabilidad y durabilidad en comparación con las soluciones tradicionales; las baterías de estado sólido, que prometen una mayor densidad energética y seguridad operativa; y las baterías de sodio, aún en una fase inicial de desarrollo comercial, pero con potencial como opción más abundante y de menor coste.

También se están evaluando sistemas térmicos, que permiten gestionar mejor los picos de carga, y dispositivos de almacenamiento mecánico como los volantes de inercia, que proporcionan energía instantánea durante transiciones críticas.

Empresas líderes del sector tecnológico ya han comenzado a incorporar soluciones avanzadas de almacenamiento en sus centros de datos. Google, por ejemplo, ha anunciado proyectos piloto que reemplazan generadores diésel por sistemas de baterías para respaldo energético. Por su parte, Amazon Web Services (AWS) está implementando sistemas híbridos que combinan almacenamiento en baterías con energía solar en varias de sus instalaciones. Además, empresas especializadas como Tesla Energy, Fluence o Energy Vault están desarrollando soluciones específicas para el mercado de datacenters, adaptando tecnologías de almacenamiento que tradicionalmente se empleaban a escala de red.

Este enfoque no solo reduce la huella de carbono de las operaciones, sino que también introduce una capa adicional de resiliencia y control energético, permitiendo a los operadores optimizar el uso de energía, reducir costes operativos y avanzar hacia modelos energéticos autosuficientes o parcialmente desconectados de la red.

Hacia una infraestructura energética digital y sostenible

Las previsiones para los próximos años apuntan a un crecimiento sostenido tanto en la demanda de centros de datos como en la adopción de soluciones de almacenamiento energético. Se estima que, para 2030, el consumo eléctrico global de los datacenters podría representar hasta el 3-4% de la demanda total de electricidad, lo que subraya la urgencia de integrar soluciones que garanticen eficiencia, resiliencia y sostenibilidad energética.

A nivel político y regulatorio, la Unión Europea ya está marcando una hoja de ruta clara hacia la transición energética digital. Iniciativas como el Pacto Verde Europeo o el Plan REPowerEU promueven una mayor integración de energías renovables y el impulso al almacenamiento como tecnología facilitadora. En este marco, los datacenters son considerados "infraestructuras clave" dentro de la estrategia digital europea, lo que implica exigencias crecientes en materia de eficiencia energética, gestión de la demanda y reducción de emisiones. Además, propuestas legislativas como la Directiva sobre eficiencia energética revisada (EED) incluyen directrices específicas para infraestructuras digitales, incentivando la inversión en almacenamiento energético como parte del cumplimiento de los objetivos climáticos.

Desde el punto de vista tecnológico, la hoja de ruta pasa por avanzar hacia sistemas de almacenamiento más escalables, inteligentes e integrados con redes eléctricas locales o microrredes. La digitalización de la gestión energética —mediante inteligencia artificial, gemelos digitales o algoritmos de predicción de carga— también será clave para optimizar el uso de la energía almacenada y responder de forma dinámica a las condiciones de red o al comportamiento de los usuarios. Además, se espera una mayor sinergia entre almacenamiento y generación distribuida, especialmente en instalaciones que apuesten por la autosuficiencia parcial a través de energías renovables.

En conjunto, el desarrollo de una infraestructura energética más flexible y sostenible para los centros de datos no solo responde a una necesidad operativa, sino que se alinea con los objetivos estratégicos de descarbonización, resiliencia energética y competitividad industrial a escala global. El almacenamiento energético ya no es una solución complementaria, sino un componente estructural del datacenter del futuro.

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