En los centros de investigación, la generación de conocimiento científico es el núcleo de la actividad. Sin embargo, cada vez resulta más evidente que el ciclo de la ciencia no termina con la publicación de resultados o el desarrollo de tecnologías, sino que se completa cuando ese conocimiento se comparte, se comprende y se integra en la sociedad.

La difusión del conocimiento científico constituye, por tanto, una dimensión estratégica. Hacer accesible la ciencia no es solo una cuestión de comunicación: es una forma de fortalecer el vínculo entre investigación y ciudadanía. Esta tarea cobra especial relevancia en un contexto donde el acceso a la información es inmediato, pero también fragmentado, y donde la comprensión profunda de los temas científicos no siempre es evidente para el público general.

Divulgar ciencia hoy implica mucho más que traducir conceptos técnicos a un lenguaje sencillo. Supone generar espacios de conexión: entre el laboratorio y la calle, entre los datos y las decisiones cotidianas, entre la comunidad investigadora y los distintos perfiles sociales. Supone, también, cultivar la curiosidad, despertar preguntas, y contribuir a una cultura en la que el pensamiento crítico y el conocimiento riguroso ocupen un lugar central.

Nuevos lenguajes para una ciencia compartida

Las acciones orientadas a la difusión del conocimiento han ido ganando diversidad y sofisticación. A las tradicionales conferencias y publicaciones se han sumado formatos innovadores como pódcast, vídeos breves, experiencias inmersivas o proyectos de ciencia participativa. Esta evolución responde a un cambio en las formas de consumir contenido y en las expectativas del público, que valora cada vez más la posibilidad de participar, interactuar y contextualizar lo que aprende.

Uno de los desafíos recurrentes en este ámbito es lograr que las iniciativas lleguen a públicos amplios y variados. A menudo, las actividades de divulgación concentran su impacto en entornos ya sensibilizados. Ampliar ese alcance requiere no solo nuevos formatos, sino también nuevos enfoques: repensar los lugares donde se lleva la ciencia, adaptar los discursos a distintas edades y niveles de formación, y explorar colaboraciones con agentes culturales, educativos o comunitarios.

Cuando se logra esta conexión, el impacto es doble. Por un lado, se fortalece la comprensión pública de los retos científicos y tecnológicos que marcan nuestra época: transición energética, sostenibilidad, salud, digitalización… Por otro, se refuerza la percepción de la ciencia como una herramienta al servicio del bienestar común, capaz de ofrecer respuestas, pero también de generar preguntas relevantes.

Además, el conocimiento compartido actúa como una herramienta de cohesión social. En un entorno saturado de información, donde circulan también interpretaciones erróneas o contenidos descontextualizados, contar con referentes claros, fiables y accesibles en el ámbito científico es fundamental para sostener una conversación pública informada. La ciencia no busca imponer verdades, sino ofrecer marcos para entender la complejidad del mundo. Y en ese sentido, su presencia en el debate social es una garantía de calidad.

Conectar es también transferir

Los centros de investigación tienen, por tanto, la oportunidad y la responsabilidad de contribuir activamente a esta tarea. No se trata solo de visibilidad, sino de compromiso con el entorno. La transferencia de conocimiento no ocurre únicamente cuando una tecnología llega al mercado, sino también cuando una persona comprende mejor un concepto, una problemática o una oportunidad gracias a una explicación clara, un recurso educativo o una experiencia compartida.

Consolidar esta dimensión de la ciencia requiere constancia, creatividad y apertura. Pero los beneficios son sustanciales: una sociedad más informada, más preparada para los desafíos del presente y más implicada en la construcción de su futuro.

Como parte activa del ecosistema científico, CIC energiGUNE ha asumido este compromiso integrando la comunicación del conocimiento en su estrategia global. La labor investigadora en almacenamiento de energía —ya sea en baterías, en almacenamiento térmico o en nuevos materiales— se acompaña de acciones que buscan hacer comprensibles y visibles estos avances. Desde colaboraciones con medios divulgativos hasta charlas abiertas y recursos digitales, el objetivo es claro: que lo que se investiga tenga impacto no solo técnico, sino también cultural y social.

Esta apuesta se refleja también en el enfoque interdisciplinar de muchos de nuestros proyectos, que incorporan la sostenibilidad, el impacto social y el contexto industrial como dimensiones inseparables de la innovación tecnológica. En este sentido, compartir el conocimiento no es solo una tarea externa, sino una forma de enriquecer nuestra propia mirada como centro de investigación, alineando ciencia, industria y ciudadanía.

Promover una cultura científica compartida es, en definitiva, una inversión de largo recorrido. Fortalece la confianza mutua, crea vocaciones tempranas, favorece el pensamiento crítico y amplía la base social del conocimiento. Desde CIC energiGUNE, el compromiso con esa visión seguirá creciendo, convencidos de que la energía del futuro también depende de una sociedad informada, implicada y capaz de comprender los retos que compartimos.

Autora: Nuria Gisbert, Directora General de CIC energiGUNE; Miembro de la Comisión Experta del Parlamento vasco sobre el Pacto Vasco de la energía, miembro del comité científico asesor del Vitoria-Gasteiz Green Deal y miembro del Comité Científico Asesor del Consejo Vasco de Ciencia, Tecnología e Innovación del País Vasco.

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