A falta de mejores estrategias, buscar nuevos materiales ha consistido tradicionalmente en recurrir a la intuición química para, en primer lugar, seleccionar los sistemas con mejores propiedades, posteriormente sintetizarlos en el laboratorio y finalmente medir su viabilidad en un proceso de prueba y error poco eficiente, que confiaba esencialmente en una serendipia no siempre presente.
La química teórica actual permite convertir ese proceso basado en la intuición y la serendipia en una búsqueda racional, basada en cálculos reales y sin descartar a priori estructuras potencialmente válidas.
Esto es posible gracias a la fundamentación física de las actuales teorías químico- cuánticas, que permiten describir, de forma teórica, el comportamiento de los materiales y sus propiedades. Es decir, se logra predecir cómo puede responder un determinado material sin necesidad de disponer físicamente del mismo.
Esta prospección optimizada de nuevos materiales para almacenamiento de energía supone una ventaja en costes, y es a su vez, la piedra angular para mejorar la competitividad en un sector clave para la sociedad y crucial para alcanzar los objetivos de la transición energética.
Para poder explicar mejor en qué consisten estas técnicas, podemos usar como ejemplo la argirodita, mineral con el que trabaja CIC energiGUNE y sobre el que existen numerosos trabajos teóricos. Se trata de un sólido cristalino con propiedades interesantes para ser utilizado como electrolito en las baterías de estado sólido. Esto se debe a que contiene canales en su estructura a través de los que es posible la migración de iones como el Li+, en el caso de las baterías de litio.
Las argiroditas, tal y como se encuentran en la naturaleza, están canónicamente formadas por uno o dos metales, típicamente plata (Ag) y germanio (Ge), y un calcógeno que suele ser azufre (S). Sin embargo, ¿serían también estables combinaciones entre otros metales? ¿Y con otros calcógenos, como el oxígeno (O) o el selenio (Se)? ¿Se podrían sustituir estos últimos por halógenos (F, Cl, Br o I)?
Si no se descarta de antemano ningún metal, halógeno o calcógeno, existen millones de combinaciones posibles, lo que hace imposible sintetizar de manera comprehensiva todas esas estructuras en el laboratorio y medir sus propiedades.
Aquí es donde entra el potencial de los estudios de simulación computacional, que permiten la identificación eficiente de nuevas combinaciones con nuevas propiedades, para abrir un abanico de posibilidades al sector.