Raquel Ferret, Directora de Desarrollo de Negocio en CIC energiGUNE, analiza el presente y el futuro del almacenamiento electroquímico y explica cómo tecnologías emergentes como el estado sólido, el sodio o las baterías de flujo redox marcarán el rumbo del sector, situando al centro como referente en la transferencia de conocimiento hacia la industria.

1º ¿Cómo describirías el estado actual del sector del almacenamiento electroquímico y cuáles son los principales retos que enfrenta en este momento?

El sector vive un momento de enorme dinamismo. La electrificación de la movilidad y la integración masiva de energías renovables están impulsando una demanda sin precedentes de soluciones de almacenamiento. Sin embargo, todavía existen retos importantes: la dependencia de materias primas críticas, la necesidad de abaratar costes, alargar la vida útil de las baterías y mejorar su sostenibilidad. El sector está evolucionando muy rápido, pero todavía debe equilibrar innovación tecnológica con escalabilidad industrial.

2º Las baterías de estado sólido se presentan como una de las tecnologías llamadas a revolucionar el mercado. ¿Qué oportunidades y desafíos observas en su desarrollo e implementación?

Las baterías de estado sólido ofrecen ventajas muy claras: mayor densidad energética, mayor seguridad al eliminar electrolitos líquidos inflamables y la posibilidad de trabajar con nuevos materiales. Sin embargo, los desafíos no son menores. A nivel técnico, todavía queda por resolver la durabilidad de los electrolitos sólidos y la compatibilidad en la interfaz con los electrodos. Y desde un punto de vista industrial, el reto está en conseguir procesos de fabricación competitivos a gran escala. Será una tecnología transformadora, pero su despliegue masivo requerirá aún varios años de desarrollo.

3º Los electrolitos cerámicos aparecen como pieza clave en el desarrollo de baterías de estado sólido. ¿Qué ventajas ofrecen y qué limitaciones deben resolverse para su adopción industrial?

Los electrolitos cerámicos tienen una gran ventaja: su estabilidad térmica y química, que los hace muy atractivos para aumentar la seguridad de las baterías. Además, algunos muestran una conductividad iónica comparable a la de los electrolitos líquidos. El reto está en su procesado: suelen ser frágiles, difíciles de integrar en celdas y costosos de fabricar en formatos industriales. El esfuerzo de la comunidad científica, incluido CIC energiGUNE, se centra en desarrollar nuevas composiciones y métodos de fabricación que permitan superar esas barreras.

4º El sodio está ganando protagonismo como alternativa al litio. ¿En qué casos ves más viable la implantación de baterías de sodio y qué papel pueden jugar en la transición energética?

El sodio es una alternativa interesante porque es mucho más abundante y accesible que el litio, lo que reduce la dependencia de materias primas críticas. Aunque ofrece una densidad energética algo menor, puede ser perfectamente viable en aplicaciones donde el coste y la sostenibilidad son más importantes que la compacidad, como en almacenamiento estacionario de red. En este sentido, las baterías de sodio pueden complementar al litio y convertirse en una solución clave para garantizar un suministro energético estable y asequible.

5º Los mecanismos de degradación siguen siendo una de las principales barreras para la vida útil de las baterías. ¿Qué avances se están logrando en su comprensión y mitigación?

Hoy disponemos de herramientas mucho más sofisticadas para entender la degradación, como análisis operando y caracterización avanzada que nos permiten observar qué ocurre dentro de la batería en tiempo real. Esto nos ha permitido identificar procesos clave de deterioro, desde la formación de dendritas hasta reacciones parásitas en los electrodos. Con ese conocimiento, estamos avanzando en estrategias de mitigación como el diseño de recubrimientos protectores, electrolitos más estables y protocolos de carga optimizados. Todo ello se traduce en baterías más duraderas y fiables.

6º Más allá de las tecnologías de ion litio, alternativas como las baterías de flujo redox empiezan a abrirse camino. ¿Qué potencial tienen y qué aplicaciones podrían cubrir mejor que otras químicas?

Las baterías de flujo redox tienen un enorme potencial en almacenamiento estacionario, porque permiten separar la potencia de la capacidad, lo que facilita escalar sistemas de grandes dimensiones. Son especialmente atractivas para aplicaciones de red y energías renovables, donde se requiere estabilidad a largo plazo y una gran cantidad de ciclos de carga y descarga. No competirán con el litio en movilidad, pero pueden ser una de las piezas clave para garantizar la flexibilidad y resiliencia de los sistemas eléctricos del futuro.

7º Desde el punto de vista de negocio, ¿qué perspectivas de mercado vislumbras para el almacenamiento electroquímico en los próximos años?

Todas las previsiones coinciden en un crecimiento exponencial del mercado. La electrificación del transporte y la transición energética no tienen marcha atrás, y el almacenamiento electroquímico es un habilitador esencial. Veremos una fuerte competencia entre tecnologías y, probablemente, una mayor diversificación: no habrá una sola solución, sino varias químicas que coexistirán y se complementarán según la aplicación. Para la industria, es un momento de oportunidad, pero también de adaptación rápida a un entorno tecnológico en continua evolución.

¿Qué papel juega CIC energiGUNE en este ecosistema y cómo contribuye a impulsar el desarrollo y la transferencia de estas tecnologías hacia la industria?

CIC energiGUNE tiene un papel fundamental como puente entre la investigación de frontera y la aplicación industrial. Nuestro centro combina investigación puntera en nuevos materiales, caracterización avanzada y modelado con un fuerte compromiso con la transferencia tecnológica. A través de colaboraciones con empresas, participamos en toda la cadena de valor, desde la investigación fundamental hasta proyectos demostrativos y pilotos. Esto nos permite no solo generar conocimiento, sino también acelerar la llegada de soluciones competitivas al mercado, contribuyendo activamente a que Europa avance en la autonomía tecnológica y energética.

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