La transición energética global avanza a un ritmo inédito y está situando al almacenamiento de energía en el centro de la transformación industrial y tecnológica. Lo que antes se consideraba una tecnología de apoyo ha pasado a ser un pilar estructural para garantizar sistemas energéticos estables, resilientes y capaces de integrar renovables de forma masiva.

Este auge no es casual: para 2040, la capacidad mundial instalada en baterías crecerá más de un 2.380 %, y el almacenamiento térmico lo hará en torno al 422 %, reflejando la magnitud de una revolución que atraviesa la industria, la movilidad y las infraestructuras energéticas.

En este contexto, los territorios con una base industrial sólida, un ecosistema científico avanzado y una estrategia clara están logrando posicionarse como actores clave en esta nueva economía de la energía. Euskadi se encuentra precisamente en ese punto de convergencia: cuenta con empresas tractoras, centros científicos de referencia, instituciones alineadas y una visión compartida que reconoce el almacenamiento como una oportunidad estratégica para el futuro.

Un sector en expansión global y la apuesta de Euskadi en él

El auge del almacenamiento de energía responde a una combinación de factores: electrificación acelerada, mayor presencia renovable, volatilidad de los mercados y necesidad de gestionar sistemas energéticos más complejos. La demanda global de almacenamiento electroquímico para aplicaciones estacionarias crecerá más de un 400 % en esta década, mientras que la industria está adoptando soluciones térmicas capaces de operar a más de 500 ºC para sustituir combustibles fósiles en procesos difíciles de electrificar.

Este dinamismo evidencia que el almacenamiento es ya un componente crítico en la descarbonización de sectores industriales, edificios y redes.

A este crecimiento cuantitativo se suma una dimensión geopolítica decisiva, ya que las regiones que lideran el despliegue del almacenamiento están logrando reforzar su independencia energética, mejorar la resiliencia de sus sistemas eléctricos, reducir emisiones de forma significativa e integrar renovables a gran escala, al tiempo que desarrollan cadenas de valor estratégicas, fomentan la economía circular, impulsan su competitividad y obtienen importantes ahorros económicos tanto para la industria como para los consumidores.

Esto convierte al almacenamiento en un vector tecnológico que trasciende lo energético y se convierte en una ventaja competitiva de país.

Euskadi ha identificado esta oportunidad y ha situado el almacenamiento de energía como un eje estratégico para su modelo productivo. El territorio cuenta con tres pilares fundamentales que explican su posición de ventaja: un conjunto de empresas de primer nivel, activas en materiales avanzados, componentes, electrónica de potencia y soluciones energéticas; una red de centros de investigación y universidades con capacidades de referencia internacional en todas las fases de la cadena de valor; y unas instituciones públicas que apoyan de forma decidida el despliegue industrial y tecnológico del sector.

Sobre esta base se asientan dos grandes marcos estratégicos impulsados por el Gobierno Vasco. Por un lado, Itsasargiak, que sitúa el almacenamiento como una misión preferente para acelerar la descarbonización, reforzar la autonomía energética y promover la innovación aplicada. Por otro, el Plan Industria 2030, orientado a consolidar capacidades industriales avanzadas, activar alianzas estratégicas y priorizar proyectos transformadores vinculados a energías críticas para el futuro.

Ambos instrumentos persiguen objetivos comunes y ambiciosos: fortalecer la soberanía tecnológica vasca, acelerar la electrificación industrial, posicionar al territorio dentro de las grandes cadenas europeas de baterías, atraer talento altamente especializado y promover la llegada de inversiones de alto valor añadido.

Impactos esperados para nuestra región

El despliegue del almacenamiento de energía en Euskadi generará beneficios profundos y duraderos para su economía y su industria. En primer lugar, permitirá avanzar hacia una descarbonización acelerada y una electrificación más ambiciosa de los sectores industriales que concentran buena parte del consumo energético del territorio. Las soluciones electroquímicas y térmicas facilitarán la integración de renovables en procesos de alta intensidad energética, reducirán emisiones de forma significativa y ofrecerán flexibilidad para gestionar picos de demanda o estabilizar operaciones que requieren calor de alta temperatura. Esta capacidad para transformar la base energética de la industria vasca constituye uno de los pilares centrales de la transición energética del territorio.

Además, el almacenamiento actuará como motor económico y generador de empleo de calidad. La demanda europea superará los 600 GWh de baterías en 2030, a la vez que crecerá la necesidad de soluciones térmicas industriales para cumplir los objetivos de descarbonización obligatoria. Euskadi, gracias a su infraestructura tecnológica, su capacidad científica y su tejido industrial diversificado, está bien posicionada para capturar una parte relevante de este mercado. Ello permitirá reforzar el liderazgo del territorio en sectores como automoción, máquina-herramienta, electrónica, energía o química, al tiempo que se abren nuevas oportunidades de fabricación avanzada y servicios tecnológicos especializados.

El almacenamiento también contribuirá a fortalecer la diversificación industrial y la autonomía tecnológica de Euskadi. Desarrollar soluciones propias reducirá la dependencia de materiales, sistemas y tecnologías externas, lo que resultará especialmente valioso en un contexto marcado por tensiones geopolíticas y volatilidad en las cadenas de suministro.

Paralelamente, la puesta en marcha de nuevas plantas, plataformas de ensayo, gigafactorías y proyectos piloto generará un efecto tractor sobre pymes y proveedores locales, impulsando actividades de ingeniería, automatización, componentes, electrónica de potencia o digitalización, y consolidando un ecosistema industrial más completo y competitivo.

A todo ello se suma la atracción y el desarrollo de talento especializado, un factor determinante para que el sector del almacenamiento crezca de manera sostenible. La presencia de centros como CIC energiGUNE, que lideran proyectos internacionales y producen conocimiento científico puntero, facilita la llegada de profesionales cualificados y acelera la formación de nuevas generaciones de especialistas en materiales, química, electrónica, sistemas energéticos y tecnologías térmicas.

Del mismo modo, un ecosistema sólido, alineado institucionalmente y respaldado por capacidades científicas avanzadas convierte a Euskadi en un destino atractivo para inversiones estratégicas de alto valor añadido, desde nuevas líneas de fabricación hasta centros de pruebas o infraestructuras de prototipado. En conjunto, estos elementos refuerzan la posición del almacenamiento de energía como una palanca estratégica para el futuro industrial y económico del territorio.

En suma, el almacenamiento de energía se perfila como una pieza esencial de la transición energética, y Euskadi dispone de las capacidades industriales y científicas necesarias para ocupar una posición destacada en su desarrollo.

A medida que estas tecnologías se consolidan, el territorio podrá reforzar su competitividad, avanzar en descarbonización y atraer nuevas inversiones, construyendo un modelo energético e industrial más sólido y sostenible.

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