Las baterías recargables son la clave para superar la dependencia por los combustibles fósiles. Las baterías de ion litio que se utilizan actualmente, utilizan electrolitos líquidos y ánodos grafíticos de intercalación.
Sin embargo, dichos componentes limitan el rendimiento de estas baterías para aplicaciones cada vez más exigentes. Por un lado, los electrolitos líquidos a base de carbonatos son inflamables y pueden padecer fugas (lo cual los hace inseguros). Por otra, los ánodos de grafito no tienen suficiente capacidad, y esto limita su uso en aplicaciones de alta energía.
Es por ello, que la búsqueda de nuevos materiales para baterías es un campo de investigación muy activo.
Los electrolitos poliméricos sólidos, formados por una sal de litio y una matriz elástica de polímero, se consideran una alternativa viable a los electrolitos líquidos. Además, estos conductores de litio de estado sólido tienen características muy deseables de cara a su fabricación a gran escala.
En primer lugar, son fácilmente moldeables, lo cual posibilita su adecuada manufactura en geometrías inaccesibles para materiales convencionales. En segundo lugar, ofrecen la facilidad de procesado inherente a los materiales plásticos. Por último, su fabricación suele suponer un coste bajo, lo cual permite su aplicación comercial.
Además, los electrolitos poliméricos sólidos son menos reactivos en contacto con Li metálico que los electrolitos líquidos. Esta característica posibilita la utilización de litio metálico como ánodo de alta densidad energética. De hecho, el litio metálico es un ánodo ideal, dada su extremadamente alta capacidad específica, baja densidad y su bajo potencial electroquímico.
Por todo ello, los electrolitos poliméricos sólidos ofrecen la posibilidad de superar las limitaciones tanto de seguridad como de densidad energética de las baterías de ion litio.
Los electrolitos poliméricos sólidos fueron propuestos por primera vez por Michel Armand en 1978 dentro del concepto de baterías de litio metal de estado sólido. Desde entonces, estos materiales han sido estudiados en profundidad, y ya se han aplicado en la industria de la automoción.
De hecho, los vehículos eléctricos Bolloré Bluecar® y Bluebus® han sido introducidos como vehículos de servicio público en ciudades como París, Indianapolis o Singapur. Esto representa un claro ejemplo de la viabilidad de esta tecnología.