Llevamos varios años escuchando cómo el vehículo eléctrico es una pieza clave para la consecución de los objetivos de transición energética que se han fijado globalmente. El alto volumen que el sector de la movilidad supone respecto al total de emisiones anuales registradas hacen que la electromovilidad sea una de las palancas clave a accionar para lograr un mundo más sostenible en el futuro.

A pesar de ser un objetivo clave en las hojas de ruta de los países desde hace varios años, los avances de esta industria han sido menos rápidos de lo esperado, en gran parte por las limitaciones tecnológicas existentes que impedían una apuesta decidida por parte de los grandes fabricantes de automóviles.

Sin embargo, los nuevos desarrollos llevados a cabo en materia tecnológica (sobre todo, en las baterías, que son el corazón del vehículo eléctrico) han permito un cambio de paradigma en la industria que hace que se avecine la verdadera eclosión de la electromovilidad.

La propia Agencia Internacional de la Energía prevé este cambio de tendencia. En su último informe del año 2021, la AIE fija dos escenarios (uno “conservador” y otro “optimista”, basado en objetivos de desarrollo sostenible) que sitúan, para el año 2030, las ventas del vehículo eléctrico anuales en 25 millones y 47 millones respectivamente. Esto supondría, a su vez, un 40% de la cuota de mercado total de ventas en el supuesto más “precavido” y de más de un 50% en el más “atrevido”.

Este “acelerón” de la industria no sólo se explica por el desarrollo tecnológico, sino que también por las políticas incentivadoras que muchos países están adoptando de cara al despliegue del vehículo eléctrico dado el nuevo contexto.

Muchas de estas medidas, además, están orientadas a prohibir definitivamente en el medio plazo la venta de vehículos 100% de combustión en sus fronteras. Actualmente, más de 20 estados (incluido España) ya tienen, dentro de sus previsiones, impedir la venta de modelos convencionales antes del año 2040, siendo Noruega el país más ambicioso con esta meta al fijar el 2024 como el último año en el que se venderán coches de combustión en su territorio.

La gran electrificación de las flotas

Debido a este panorama, los grandes fabricantes han echado el resto dentro de sus programas de lanzamiento de vehículos eléctricos, anunciando, en casi todos los casos, ambiciosos planes de electrificación total de sus flotas. Con ello, buscan dar respuesta a las necesidades y demandas que se esperan de un mercado que se prevé que supere en ventas los 320 millones de unidades en 2040.

Uno de los grupos que mayor ambición ha demostrado en este sentido es el grupo Stellantis, que ya ha anunciado su intención de vender solo eléctricos (al menos, en Europa) en el año 2030. Este es el objetivo al menos con dos de sus buques insignia, Citroën (que comenzará a vender sólo eléctricos a partir del año 2030) y Opel (quien lo hará incluso antes, en el año 2028).

A esta apuesta se ha sumado también, recientemente otro gran player como Renault. Su propio CEO, Luca de Meo, anunció el pasado mes de enero la intención de la compañía de únicamente vender coches eléctricos a partir del año 2030.

La tercera gran marca que quiere hacer coincidir el final de esta década con el de sus flotas de combustión es Volvo. La joya de la automoción sueca anunció el pasado año su objetivo de vender solo vehículos eléctricos a partir del año 2030, a fin de liderar el segmento de vehículos premium.

Con unas expectativas algo más lejanas en el tiempo, otras empresas han anunciado también sus propias fechas tope para alcanzar la electrificación completa de sus flotas. Es el caso de Mercedes (que lo hará a partir de 2035), Audi (también con fecha objetivo en el 2035) o General Motors (también para mediados de la próxima década).

Finalmente, otro grupo de grandes compañías han optado por retrasar este objetivo hasta el año 2040. Es el caso de Ford (aunque para Europa sí espera lograr esta meta en el año 2030), Volkswagen o Hyundai.

Cabe destacar que, dentro de esta ola de anuncios, todavía hay alguna voz discordante que no se atreve aún a fijar una fecha clara para la electrificación de su flota. Hablamos de BMW, quien ya ha mostrado sus dudas sobre la viabilidad de que el motor de combustión pueda desaparecer en la segunda parte de la próxima década.

Las baterías de estado sólido, indispensables para la viabilidad de estos planes

Como decíamos anteriormente, junto a las nuevas normativas aprobadas, la gran explicación para estas grandes perspectivas en torno a la electromovilidad se debe al salto tecnológico que se espera en la industria de las baterías, las cuales dan “sentido” al vehículo eléctrico.

En concreto, el gran avance esperado en el sector gira en torno a las baterías de estado sólido, capaces de dar respuesta a las necesidades y requerimientos de la industria del automóvil. Sobre todo, gracias a cuatro elementos indispensables que suponen una “revolución” respecto a generaciones anteriores:

  • En primer lugar, su alta densidad energética les permite ofrecer una mayor autonomía en términos de kilómetros, equiparando allá capacidad de un vehículo eléctrico a la que ofrece un depósito de un vehículo convencional.
  • Por otro lado, su capacidad de carga rápida permite igualar sus tiempos de recarga a los del repostaje de coches tradicionales, lo que elimina una ventaja que hasta ahora planteaban los vehículos convencionales respecto a los eléctricos.
  • A todo ello hay que añadirle la seguridad, siendo una nueva tecnología que no presenta fallos ni riesgos que pongan peligro a los usuarios, como sí podía ocurrir potencialmente con generaciones anteriores.
  • Finalmente, su coste asociado, que permitirá el acceso a este tipo de vehículos a todo tipo de consumidores y rentas, reforzando así su despliegue definitivo.

Esta propuesta tecnológica es la que fundamenta el valor y perspectivas que se han generado en torno a las baterías de estado sólido. De ahí que de su desarrollo e industrialización dependa el devenir ya no sólo de la industria del automóvil eléctrico, sino también de otras grandes aplicaciones que dependen de soluciones punteras de almacenamiento de energía como las renovables o la electrónica de consumo.

En este contexto, CIC energiGUNE juega un papel fundamental gracias a su línea de investigación alrededor de esta tecnología, que le ha situado como una de las entidades líderes en la investigación y desarrollo de esta revolucionaria solución.

Liderados por Michel Armand, considerado, precisamente, el “padre” de las baterías de estado sólido, el centro trabaja con algunas de las principales empresas del sector (como Volkswagen, BMW o Toyota) y participa muy activamente en los grandes proyectos centrados en el estado sólido que se están desplegando actualmente en Europa (como el proyecto SUBLIME o SAFELiMOVE). Todo ello buscando contribuir a fijar las bases de estas soluciones a partir del conocimiento y experiencia generada por el Centro en sus algo más de diez años de vida.

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